
En un desarrollo diplomático significativo, Francia, seguida por el Reino Unido y Canadá, han anunciado recientemente pasos hacia el reconocimiento oficial del Estado de Palestina. Esta medida va más allá de una simple declaración política: refleja una transformación más profunda del equilibrio geopolítico global, en la que potencias emergentes como China y Rusia están remodelando el panorama internacional. Europa, por su parte, busca reposicionarse en medio del temor a perder influencia en Medio Oriente.
Del gesto político al cambio estratégico
Durante décadas, los países occidentales han evitado reconocer formalmente a Palestina, a pesar de apoyar en teoría la solución de los dos Estados. Sin embargo, las crecientes atrocidades en Gaza y Cisjordania, así como la indignación por el doble rasero aplicado entre Ucrania y Palestina, han aumentado la presión pública e institucional para adoptar una postura más coherente.
El reconocimiento de Palestina no se interpreta solamente como un acto de justicia, sino también como una estrategia para recuperar la credibilidad perdida, especialmente en un momento en que Rusia y China están ampliando su presencia diplomática, económica y militar en el mundo árabe.
Oriente Medio: un nuevo campo de competencia global
Este giro se da en paralelo a una reconfiguración del posicionamiento de los países del Golfo, ricos en petróleo y gas. Naciones como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Catar están fortaleciendo sus relaciones con China y Rusia, tanto a nivel comercial como estratégico. La adhesión al grupo BRICS y el aumento del comercio con Asia evidencian una creciente desconfianza hacia Occidente.
Europa, consciente de este viraje, teme quedar marginada si continúa aplicando políticas exteriores desequilibradas y poco creíbles frente al conflicto palestino-israelí.
Doble moral: la gran crisis ética de Occidente
Uno de los aspectos más reveladores de los últimos meses ha sido la diferencia abismal en el tratamiento de las guerras en Ucrania y en Gaza. Mientras que la resistencia ucraniana es celebrada como legítima y heroica, la resistencia palestina es criminalizada. Cuando Rusia ataca infraestructura civil, es duramente condenada; cuando lo hace Israel, se justifica como “autodefensa”.
Esta incoherencia no pasa desapercibida para los pueblos del Sur Global, especialmente en el mundo árabe, que han comenzado a replantearse sus alianzas históricas con Occidente.
Conclusión
El reconocimiento de Palestina por parte de potencias como Francia, Reino Unido y Canadá representa mucho más que una declaración política: es una señal clara de que el orden mundial unipolar está llegando a su fin. En su lugar, emerge un sistema multipolar, donde la influencia se distribuye entre varios actores y donde el respeto mutuo y los intereses comunes son los nuevos pilares de las relaciones internacionales.
Si Occidente desea mantener su influencia en esta nueva era, deberá abandonar la política de doble moral y comprometerse con una diplomacia basada en la coherencia, el equilibrio y la justicia.